sábado, 4 de diciembre de 2010

Ser joven en el Paraguay

Ser joven en el Paraguay es comenzar a ser adultos o ancianos antes de los 15 años. Es crecer a golpes de realidad, hipotecar el futuro a cambio de un puesto de vendedor en un shopping. Es empacar los sueños dentro de la mochila y salir a enfrentar al mundo sin pasaporte.

Ser joven en el Paraguay es archivar los libros y las ilusiones en el ropero, para resignarse a subsistir en la chacra, en un taller, en una carpintería, en una mesa de venta ambulante. Es esperar pacientemente en largas colas frente a una agencia de empleos: certificado de buena conducta, antecedentes policiales, experiencias laborales, referencias comerciales, ¿sabe hablar inglés?, ¿conoce el Window Vista?, ¿tiene nociones de márketing?, vuelva el lunes, nosotros lo vamos a llamar, lo sentimos pero el puesto ya ha sido ocupado.

Ser joven en el Paraguay es vivir bajo la constante sospecha de estar cometiendo un delito que nadie sabe explicar cuál es. A ver, documentos. Contra la pared. De dónde viene, carajo. Les tienen que venir a buscar sus padres. ¿Por qué tenés los ojos colorados?, seguro que estuviste fumando marihuana. ¿Estudiando toda la noche, quién te va a creer?

Ser joven en el Paraguay es vivir la vida a ritmo de videoclips. Es morirse por un jean de Caro Cuore o una campera de Guess. Es llorar con una película de la serie Crepúsculo. Es creer que Dios tiene el rostro de un cantante de reguetón.

Ser joven en el Paraguay es soñar que se llega al paraíso desfilando a través de una pasarela. Es matarse de hambre por parecerse a Larissa, a Egny o a Patty. Es vivir desmayándose como los poetas del romanticismo.

Ser joven en el Paraguay es creer que se puede apagar con mucha cerveza la sed de tantas preguntas. O que se puede tapar con el sonido al máximo del MP4 o el i-Pod el molesto y estruendoso ruido de la realidad.

Ser joven en el Paraguay es creer en todo y no creer en nada. Es ser feliz y hundirse en la depresión sin sentido aparente. No entender nada y de pronto comprenderlo todo. Odiar a los políticos y amar a los jugadores de la albirroja. Ser ingenuo y cínico a la vez. Creer que la felicidad está al alcance de la mano o del lado oscuro de la luna. Querer cambiar el mundo o desear que estalle en pedazos

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